Conflicto humano-animal
Los encuentros cada vez más frecuentes entre fauna salvaje y poblaciones humanas conllevan inevitables conflictos de competencia directa, como la depredación o el robo de recursos e indirecta, como la lucha por el territorio. Esto desencadena respuestas como la distribución de trampas y venenos.
Furtivismo
Especialmente el de subsistencia. Ante situaciones de escasez, se recurre a la fauna salvaje poniendo trampas poco selectivas que acaban perjudicando a numerosas especies y que persisten durante mucho tiempo en el medio. También de considerable importancia el furtivismo a gran escala o de trofeo, como en el caso del marfil o el cuerno de rinoceronte.
Destrucción y fragmentación del hábitat
La construcción de carreteras y otras infraestructuras implica inevitablemente la degradación y fragmentación de los ecosistemas lo que, si no cuenta con un estudio de impacto ambiental previo, puede repercutir de forma negativa en la fauna salvaje. Muchas de estas mejoras son imprescindibles, pero deben hacerse de forma sostenible.
Tráfico ilegal
Sobre todo para satisfacer las necesidades de un mercado de mascotas de fauna salvaje, con aves, pequeños carnívoros o primates como principales protagonistas. También para el consumo de la llamada “bushmeat” o carne de animales salvajes, que tiene un fuerte componente cultural y tradicional, asociándose con frecuencia su consumo con propiedades curativas o de poder.
Superstición
En muchas regiones, aún está presente con fuerza una corriente de espiritismo-brujería. Como parte de estas tradiciones, existen algunas creencias que entran en conflicto directo con la fauna salvaje. Como ejemplos destacan la creencia de que las rapaces nocturnas son signos de mal agüero y, por tanto, deben ser eliminadas.